miércoles, 1 de julio de 2009

LAS HILANDERAS


En los últimos años de su vida, Velazquez
consiguio alcanzar la cima de todas sus
ambiciones. Dentro de la corte había logrado los puestos como pintor, más codiciados cerca de la figura del rey.
En el ámbito personal estaba a las puertas de conseguir su preciado hábito de la Orden de Santiago, nombramiento excepcional que se haría efectivo en 1659. Y es en este momento álgido cuando firma las dos obras más emblemáticas de su trayectoria; “las Meninas” y “Las Hilanderas”. Aunque la segunda siempre ha vivido en una cierta penumbra respeto a la primera, hemos de decir que el arte velazqueño aquí, se nos muestra en todo su esplendor.

La obra presenta a un artista maduro, sabio, que se estaba convirtiendo en un genio de la pintura. No solamente es técnicamente excepcional, sino que es un verdadero estudio de fuentes, de mitología; en resumen, un verdadero catálogo de erudición. Al final de su vida Velázquez realiza “Las Hilanderas”, cuadro en el que todo se desarrolla controvertidamente, desde la fecha de composición hasta la naturaleza de sus fuentes, o la identidad de sus protagonistas. Todo ello realza la belleza de esta obra maestra de la que Aureliano de Beruete en 1898 llegó a decir que “El cuadro sería el mejor del artista sino fuera por la rivalidad de otra aún más hermosa”; refiriéndose a “Las Meninas”. Pero es preferible ir poco a poco en el análisis de la obra para ir comprendiendo y asimilando cada uno de los pasos dados por el artista.

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